Que Alejandro Aravena llevase el vertedero del Garraf a la última Bienal de Arquitectura de Venecia —de la que es comisario— habla tanto de los valores del Pritzker chileno (audacia, sostenibilidad, responsabilidad) como de hasta dónde está llegando la arquitectura en este siglo. Los autores de la reconversión del vertedero en un parque —cimentado en la basura saneada y reorganizada—, Enric Batlle y Joan Roig, llevan 36 años combinando paisaje y arquitectura para culminar un urbanismo en el que la naturaleza es útil, no solo decorativa, y el individuo es protagonista, frente a los iconos arquitectónicos.
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